No hay nada más peligroso en este mundo que una fiera herida acorralada. Pierde toda conciencia (si es que tiene). Llora a mares y pela los dientes a quien se le ponga enfrente. Lanza zarpazos a diestra y siniestra. Ruge incontrolablemente a todo pulmón. Desconoce cualquier norma establecida. Amenaza a sus adversarios y a quienes se muestran indiferentes. Es capaz de escapar del zoológico en que vive. Y, en el colmo de su desesperación, hasta se le puede ocurrir mandar todo al carajo e intentar lo que nadie imagina: un autogolpe de Estado… (¡Ay, se me chispoteó!)… Pero no se ría, que usted conoce bien esa fiera.

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