He buscado en las leyendas para dormir a los ancianos y en los cuentos para despertar a los niños y no encontré nada que me reviva al Duarte adolescente, al Sánchez niño, al Mella envejecido, al Luperón enamorado: a nuestros paradigmas de carne y hueso con todos sus sentidos puestos para hacer la vida asumiendo sus riesgos. No encontré quien los hiciera vivir de carne y hueso, en los mismos lugares donde hoy moramos quienes los queremos. De lo único que se ha escrito en morboso exceso literario es de los tiranos y sus sicarios más abyectos, como si en la historia dominicana no existieran mejores fuentes de inspiración y buenos ejemplos.
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