En febrero siempre ha sido bueno, como ayer, bajar temprano a la George Washington y entre Churchill y Lincoln (¡Vaya nombres para nuestras principales avenidas!) acomodarse como sea en algún acantilado donde las olas entregan sus rumores y lanzar la mirada hacia el horizonte, para reflexionar sobre una patria inexplicable para el resto del mundo (pues su nacimiento no costó ni siquiera un rasguño y desde el primer día fue ofrecida en venta al mejor postor)…De ahí que cualquier reflexión dominguera en febrero demande una mejor explicación del “Mes de la Patria”, siempre útil simplemente para adornar discursos.

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