El resto del mundo debe saber que la ciudad capital en la que vivo es la más grande y alta del Caribe insular, con más de cuatro millones de habitantes (casi la mitad de los pobladores del país que domina); con un perfil que efectivamente es, como la definiera un neoyorquino que nos gobernara, un “Nueva York chiquito”; con más de dos millones de vehículos y el salvajismo que usted imagine; sin peatones en sus aceras (y los poquísimos que encuentra es porque se les dañó su motocicleta) y con un millón de semáforos que muchísimos impunes medalaganarios no respetan… Antes esa ciudad era Santo Domingo de Guzmán (que ya no es de ese señor, sino nuestra).

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