La mimo. La acaricio. La abrazo. La beso. Y ella (¡oh, pesar de mis pesares!) permanece plástica, indiferente y fría. Le canto las más bellas canciones y le recito mis mejores versos. Y ella (¡ay, qué dolor tan profundo!) se me niega. Me desespero ante su cruel indiferencia. Entonces, la estrello contra el suelo y la maldigo. Y ella (¡oh, qué necia!) permanece inmutable como un robot de plástico, sin sensibilidad humana. No comprende jamás que en toda circunstancia necesito apoyarme en ella para solventar mis carencias. Y es por eso que hoy le pido nunca negarme su cariño, aunque los fondos estén en tránsito.

Posted in Fogaraté

Más de opiniones

Más leídas de opiniones

Las Más leídas