Con una pandemia controlada (con la población mayoritariamente vacunada); una económica casi reactivada (especialmente turismo y producción agropecuaria); una peste porcina controlada (aunque el pollo esté por las nubes); trabajando de pueblo en pueblo (pero sin sorpresas); una oposición que no hace ruido (atrapada por sus peores herencias); un Congreso sin reverberaciones y una Justicia que actúa por su cuenta (sin intromisiones palaciegas), Luis Abinader llega a su primer año como si nada (con la imagen de simple funcionario de Gobierno), y cosecha un veredicto prácticamente unánime de sólo dos palabras: “Va bien”.

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