Este fin de semana me detuve a conocer un poquito más sobre Haití, través de unos vídeos que encontré en YouTube, a propósito del conflicto surgido entre el gobierno dominicano y empresarios haitianos por la construcción de forma ilegal de un canal que desvía el agua del río Dajabón o Masacre, y el posterior cierre de la frontera por parte del presidente Luis Abinader.

Y créanme, quedé sorprendida con las imágenes que vi, específicamente, desde Cabo Haitiano. Y es que Haití posee interesantes atractivos a nivel de turismo cultural e histórico que muy bien podrían explotar y engrosar la economía, pero lamentablemente, por los altos niveles de pobreza, caos, inseguridad e inestabilidad política, es difícil atraer a grandes inversionistas.

De hecho, Haití tuvo mayores posibilidades de desarrollo que la República Dominicana, a lo largo de sus primeros años independentistas. Sin embargo, con el discurrir del tiempo, no supo manejar sus finanzas, ni tampoco logró grandes acuerdos económicos con países aliados.

Con una explosiva densidad poblacional descontrolada hasta el día de hoy, sumida en el abandono, y que traspasa nuestra frontera, convierten el país caribeño en un conglomerado de pobreza extrema que cierra a la vista cualquier posibilidad de desarrollo, espanta a inversionistas y mantiene frenada a la diáspora que no ha podido impactar positivamente a la nación en muchos aspectos.

Eventos de la naturaleza como los terremotos de 2010 y 2021 y algunos huracanes también hundieron aún más a esa nación considerada la más pobre de América y el hemisferio occidental y hoy en día, Haití sigue siendo un país colapsado a nivel institucional con gobiernos nefastos que no han sido capaces de llevar el orden y crear una economía sostenible que eleve la calidad de vida de sus habitantes.

Esa es la realidad. Pero quiero destacar, que a pesar del desorden imperante y la suciedad en que viven más de 12 millones de habitantes, Haití tiene un gran potencial para atraer turistas del mundo entero, a sus playas de aguas transparentes, a sus monumentos históricos y, por qué no, a su gastronomía…

Entre los atractivos que se promueven en Cabo Haitiano, por ejemplo, y que pude ver en el video se encuentran los monumentos considerados patrimonio de la humanidad por la Unesco, como el Citadelle, la fortaleza más grande de América, localizada en la cima de una montaña; el Palacio de Sans Soucí, donde vivió el rey Enrique I con su familia, hoy parque nacional histórico; y las playas Cadras Beach, Labadee, y la isla Amiga, muy propicias para desarrollar turismo ecológico y de montaña responsable, entre otros atractivos para el turismo religioso como sus catedrales.

Su gente es trabajadora, y muchos viven de lo poco que consiguen, en un ambiente marcado por la sobrevivencia, porque los planes a futuro allí no existen.

República Dominicana ha sido el único país que siempre le ha tendido la mano amiga, disponiendo de comida, educación, medicina, camas y empleo a millones de haitianos que cruzan la frontera. Otros, como Chile y Estados Unidos han abierto en muchas ocasiones sus puertas a la diáspora haitiana.

El deseo del dominicano es que ese país se levante y salga del abismo por sí mismo, que golpee esa realidad aterradora en la que viven sus gentes y sus instituciones. Ojalá y algún día encuentren el camino para salir de la pobreza, el caos, el abandono y el bandidaje.

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