Nuestras principales ciudades están siendo tomadas por grandes tiendas de chinos para expender productos chinos.

El movimiento inició por los sectores ‘económicos’ de nuestra sociedad y ya hoy se extiende a todos, con asombro de la capacidad de compra de espacios grandes y caros así como la rapidez de su instalación.
Aludo a estos almacenes porque ellos son la evidencia más resonante de la penetración directa de los chinos con sus productos chinos.

Reciente se han sumado negocios locales que de manera masiva traen productos desde aquel país. Todos esos productos están eliminando a productores y comerciantes nativos. Quiebra, desempleo, reducción del avance tecnológico, y el riesgo de que en el corto plazo nuestra producción y comercio quede en manos de ellos.

¿Compiten estos productos chinos en igualdad de condiciones con los locales u otros? ¿Debemos dejar que sea el mercado quien dicte la suerte de los actores? ¿Se beneficia el consumidor? Digámoslos sin ambages: En términos de producción y mercadeo el productor nativo está compitiendo con el Estado chino. No es con otros productores privados.

Por lo menos, no en los términos de “empresarios privados” como nosotros. Como sabemos, en China el Estado tutela, subvenciona y controla los actores y propicia una logística de expansión de sus productos como política de Estado.

Un actor con estas características cuestiona que hablemos de libre juego de mercado. China siempre ha contado con destacados hombres en ciencia, tecnología y gestión, y sin embargo, a los productos de fabricación chino lo persigue un viejo estigma sobre su pobre calidad.

¿Por qué? En el origen, es posible que su numerosa población lo indujera a preocuparse más por la cantidad y rapidez en detrimento de la calidad y duración. Otros dicen que aquellos bienes son mal terminados y baratos porque proceden de una mano de obra excesiva, mal pagada y hacinada.

Si combinamos lo anterior con la urgencia de una política de expansión de comercio, tendremos una respuesta. Insisto: ¿Este alud de bienes de origen chinos realmente beneficia al consumidor? ¿Por los bajos precios?

No estoy seguro. Lo barato sale caro. Y en verdad, no alcanzo a ver en qué beneficia fortalecer una cultura de consumo de baja calidad, incluso, a veces con riesgo para la salud del consumidor.

Productos procedentes de empresas privadas, que operan en países con sistema político y económico similar al nuestro, representan un reto al productor criollo.

Hay competencia. Sus normas, costos, calidad, precio y hasta el ámbito de reclamos en caso de desacuerdos nos son comunes.

Con los chinos no; el productor chino “pelea con ventaja”, la ventaja directa y presente del gobierno del Estado chino. Un manual de academia aconsejaría al productor local, control de costos, innovación, cercanía al cliente y más, porque la competencia con los chinos requiere más.

Nuestro gobierno y asociaciones empresariales harían bien en dedicarse a pensar alternativas a la situación. Considerada la disyuntiva económica que plantea el énfasis entre producción o servicios a que inducen las ventajas comparativas, y que parece resolvimos en favor de los servicios, aun así, para las fábricas dominicanas que aún operan, las importaciones masivas desde China plantean interrogantes sobre su sobrevivencia: ¿Cómo balancear el intercambio? ¿Podemos negociar? A lo interno, ¿podemos crear mecanismos de equilibrio? ¿Aumentar los incentivos a la producción nacional?

No pido para las fábricas dominicanas la misma libertad que, según se dice, se permite a las chinas sobre medio ambiente y respeto al derecho de propiedad intelectual ajena, porque eso afecta a todos, pero urge considerar alternativas a la situación.

Ahora. Finalmente, en lo que respecta a estas grandes tiendas chinas, no sería justo que además de las favorables condiciones en el origen, pudieran obtener otras locales. Llamo la atención al tema aduanal arancelario e impositivo, con especial atención a su declaración de Itebis, relaciones laborales y regulación de sus locales. Simplemente, el cumplimiento de nuestras leyes.

Nuestra gratitud al Estado chino por su auxilio durante la pandemia, pero ello no es motivo para entregarle nuestro sector productivo y precisamente pensemos qué hubiese sido de nosotros si en aquel periodo de suspensión de todo intercambio internacional no hubiésemos contado con un robusto sector productivo local que suplió nuestras necesidades, razón más que suficiente para preservarlo.

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