Me han preguntado qué quiero significar cuando escribo que la imagen del país en el exterior se da principalmente por las empresas y marcas nacionales, la actuación de sus artistas y lo que logran sus atletas. La respuesta es simple. La idea que los dominicanos y ciudadanos de otros países tenemos de los Estados Unidos emana del conocimiento de sus productos, como sus vehículos, sus cadenas de comida rápida, sus bancos, Disney, Hollywood y muchos otros emblemas que lo identifican. España es para nosotros lo que sabemos de sus vinos y comidas, sus ciudades y el legado histórico de la conquista.
Nuestra imagen en el exterior se sostiene por el turismo, las inigualables marcas de cerveza y ron, el merengue, Juan Luis Guerra, Michael Camilo, los productos de zona franca y la calidad de nuestro béisbol. Cuando un presidente viaja fuera del país para promover negocios está abriendo puertas para que esos símbolos nacionales penetren a otros mercados.
En el exterior, este país es lo que los ciudadanos de otras naciones piensen de los hoteles de Bávaro, Punta Cana, La Romana, Puerto Plata y otros polos turísticos. Tendremos buena o mala imagen según el trato que reciban de nuestra gente, de la sensación que les produzcan el sabor de la cerveza Presidente y las distintas marcas de nuestro excelente ron Brugal, de lo bien que les pueda saber o caer un plato de sancocho o de las distintas sensaciones que hayan podido experimentar en sus estadías en el territorio nacional o en su trato con dominicanos en sus propios países.
La República Dominicana no es un grupo de hombres o de partidos políticos. La buena imagen del país la dan sus instituciones, su buen gobierno. Su confiable sistema financiero, la sonrisa permanente en los rostros de su gente. Sus hermosos paisajes de playas y montañas. Su actitud ante el dolor y la tragedia. Ese es el país que amamos a despecho de nuestras flaquezas y miserias.