La propuesta del presidente Luis Abinader a favor de un pacto nacional sobre el tema haitiano por encima de las diferencias partidarias, invita a una reflexión a despecho de cuán lejos se esté de lograrlo. En sentido general, y no precisamente en este caso, lo que impide los acuerdos para avanzar en los temas sustanciales de la nación no son solo los intereses de grupos, por mucho que estos sean y traben los esfuerzos.

Es el miedo a la concertación el que detiene las manecillas del reloj y nos paraliza en el tiempo. El temor a conciliar las diferencias bajo la creencia de que ceder en aras de una buena negociación es claudicar ante el adversario. El terror que les inspira al liderazgo político ir a la casa del contrario y pactar acuerdos, por más que esos tratos sean de urgencia capital para la nación. El horror que les produce un tuit en las redes.

En distintas épocas, bajo otros gobiernos, he preguntado a dirigentes de oposición por qué eludían el trato directo con sus pares en el gobierno. Les he preguntado, por simple curiosidad y sin lograr respuesta, porqué en lugar de perder el tiempo en reuniones improductivas con gente sin real poder de decisión no se acercan al de arriba. Por qué no toman el teléfono y le dicen al que tiene la llave en sus manos: “Vamos a resolver esto de la mejor manera para el país, como demócratas y buenos patriotas que somos”.

Es lo que comúnmente se hace en los países que miran hacia adelante y dejan un poco atrás el pasado. Y es como proceden aquellos que entienden que el presente es la única oportunidad que tenemos de construir el futuro.

Esa y no otra es la razón de que las iniciativas vitales que requieren de consenso se llenen de moho y al final pierdan todo su valor.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

Más de opiniones

Más leídas de opiniones

Las Más leídas