El Caribe digital iniciará la publicación de “Jaque a la libertad. El derecho de no asociación”, de Miguel Guerrero
El Caribe digital iniciará la publicación de “Jaque a la libertad. El derecho de no asociación”, de Miguel Guerrero

Se pretende presentar a Trujillo como un promotor de las letras y a él mismo como un entendido en esos asuntos, dentro de los esfuerzos para reivindicar su tiranía y promoverla como un fenómeno propio de su época. Era ruin, despreciable, y su vida fue un rosario de canalladas en el más estricto de los sentidos. Su concepción del poder no fue distinta a la de otros muchos tiranos de su tiempo, en esa oscura etapa de la vida latinoamericana. Su única frase original en tres décadas de despotismo, en la que se otorgó cuantos títulos pudo imaginarse, fue la de “y seguiré a caballo”. La frase fue pronunciada en ocasión de uno de tantos homenajes organizados por sus aduladores para reclamarle su permanencia en el poder y se unía a un voluminoso dossier de libros, canciones, poesías, artículos, conferencias y estatuas de bronce diseminadas por todo el territorio nacional, que demostraban, más que nada, su pequeñez y su avaricia sin límites de ninguna naturaleza.

Ninguno de los muchos discursos que pronunció a lo largo de su sangrienta tiranía se le atribuye, porque su habilidad terminaba en el hurto de propiedades y en la persecución de sus opositores. No fue el autócrata que cometió algunos excesos, como le recordaba su hija, sino un sanguinario y corrupto tirano que convirtió a la nación en un feudo personal, apoderándose de cuanta riqueza pudo a base de extorsión y sangre.

El andamiaje ideológico tejido con sus discursos, fue simplemente la cuota de denigración que él exigía a los intelectuales dóciles a su alrededor y a los cuales humillaba constantemente al removerlos y situarlos en desgracia temporal, incluso esporádicamente los sometía al escarnio a través de intrigantes insinuaciones de un foro público, convertido en el más temible torturador moral del régimen. No hubo nada grande en ese demonio que no fuera su insaciable sed de poder y de riqueza.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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