La población dominicana es esencialmente joven y esa característica se reflejará con toda seguridad en las presidenciales de mayo próximo. Hace ya tiempo que el país agotó su cuota histórica de providencialismo con Buenaventura Báez, Rafael Trujillo y Joaquín Balaguer, y pagó un alto precio por ella. Volver a fórmulas que alguna vez representaron movilidad política y social es retornar a un pasado por demás muy cuestionado.

Las presidenciales del año próximo son nuestras puertas al futuro. Y para llegar a él necesitamos empujarlas. No existe otro modo. Si la cerramos o ignoramos hacia dónde conducen, adrede o por desidia, la espera por otra oportunidad, que ya hemos perdido tantas veces, pertenecerá a otra generación, la que probablemente aún no se encuentra entre nosotros.

Los países pagan muy caro casi siempre por su indolencia. El futuro que tanto anhelamos no puede estar en manos de mi generación y mucho menos de aquellos que alguna vez lo tuvieron en sus manos en una y hasta en tres oportunidades, y lo dejaron escapar. Hay una nueva generación de talento y patriotismo puro en la juventud dominicana y esa, y no otra, es la fuente de donde debemos extraer la fuerza necesaria para alcanzar las grandes metas nacionales.

Muchas veces, el futuro no es más que la senda en donde solo hay respuestas a preguntas que no han sido todavía formuladas. Y la generación destinada a suplantarnos está llamada a encontrar esas preguntas. Yo les digo a los jóvenes que en la política la generación a la que pertenezco llenó su cometido. Ahora les toca a ellos hacer el resto, abrirse paso, partir brazos si fuere necesario.

Duarte, el más grande de los dominicanos, era tal vez el más viejo en la Trinitaria, el movimiento que inspiró la Independencia. Y al lograrla, apenas tenía 31 años.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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