Hoy se inicia el segundo de cuatro años del gobierno del presidente Luis Abinader. En el primero, que ayer concluyó, debió desenvolverse en medio de una crisis sanitaria y un descenso de la actividad económica después de un largo tramo de crecimiento, que convirtió la del país en la más pujante de todo el Caribe y Centroamérica.
En medio de ese panorama no podía esperarse que la propuesta que le llevó a la Presidencia pudiera cumplirse a cabalidad. Con todo, el balance de ese primer año arrojó algunos logros que en las circunstancias en las que debió gobernar pudieran bastar para reinvindicarlo, como es el caso del programa de vacunación y sus esfuerzos por reactivar el turismo, una fuente importante de generación de divisas y empleo. A su favor, podría reclamarse que el empeño comprometió y exigió de todo su tiempo y esfuerzo.

Los resultados en otras áreas deberán servirle para corregir los errores que en gran medida pueden ser achacados al ambiente en que tuvo que encarar los enormes desafíos, que son muchos y difíciles. Pero en justicia me parece extemporáneo juzgarlo por las deficiencias o encumbrarlo por sus logros.

La experiencia de este primer año indica que el largo tramo todavía por recorrer requerirá cambios en el “cambio” y un acercamiento con la oposición, porque si bien su mayoría en el Congreso le permitiría adelantar acciones sin mayores dificultades, la confrontación en torno al proyecto del Código Penal y las tres causales para despenalizar la interrupción del embarazo, anticipan que los problemas del primer año podrían crecer a medida que su administración madura y envejece.

Abinader tiene a su favor el deseo manifiesto, aun en los predios opositores, de que su gestión sea exitosa. Los gobiernos exitosos son aquellos que aprenden de los malos momentos que no siempre se tiene razón, aun cuando se tenga la sartén por el mango.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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