Mis amigos se sorprenden cuando les digo que, en mi particular valoración literaria, el brasileño Jorge Amado es el más grande novelista latinoamericano. Y en parte, la sorpresa proviene del hecho de que Amado era un militante comunista, que vivió exiliado gran parte de su vida, después de haber sido incluso diputado a mediados de la década de los 40 del siglo pasado.

Su obra fue muy extensa y varias de sus novelas fueron llevadas al cine. Su última gran producción fue una novela erótica “Tieta de Agreste”, sobre una muchacha pobre echada de su pueblo al que luego regresa como millonaria, que rompió marcas de venta en Brasil, en tiempos de dictadura militar
Dos de sus más famosas novelas “Gabriela, clavo y canela” Y “Doña Flor y sus dos maridos”, publicadas entre 1958 y 1966, significaron un cambio en su trayectoria de escritor, porque si bien tocaban temas de la realidad social brasileña (su famosa frase: “Brasil tierra de mucha grandeza y de mucha miseria también”), significaron un derrotero distinto en su carrera como escritor.

Las obras de Gabriel García Márquez, el Nobel colombiano, tienen evidente influencia del brasileño, como se puede observar en sus más famosas “Cien años de soledad”, “El coronel no tiene quien le escriba” y, a mi juicio, particularmente, en “La increíble y triste historia de la cándida Eréndida y de su abuela desalmada”.

Yo encontré las novelas que he citado de Jorge Amado, en una pequeña librería hogareña de un vecino de Ciudad Nueva, en la calle Pina, en la que usualmente cambiábamos libros ya leídos por otros. Eran viejas y arrugadas ediciones baratas de las editoras argentinas Tor y Sopena, país donde vivió exiliado el brasileño, que leí sin poder detenerme en pocos días. Esas novelas figuran, en mi personal valoración, en la cúspide de la novelística latinoamericana junto a “María”, de Jorge Isaac, “Amalia”, de José Mármol, y “Doña Bárbara”, de Rómulo Gallegos.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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