No propongo un régimen de libertad absoluta que conduzca al libertinaje. Una prensa dirigida responsablemente actúa responsablemente. Es al público a quien corresponde juzgar al Gobierno y al Congreso como a la prensa. Los poderes del Estado tendrán el crédito que sus actuaciones merezcan y de esta misma forma será con los medios. Un periódico sensacionalista, mentiroso, inclinado a dañar honras, se forjará una mala reputación y terminará siendo rechazado por los lectores.

Como sucede con los gobiernos, las actuaciones de la prensa están sujetas a un plebiscito permanente. No es un gobierno el que debe tener la decisión de qué puede publicar un periódico o qué debe leer el público. La censura es odiosa y contradice el espíritu y la esencia de un sistema político basado en la pluralidad y la defensa de la libertad humana.

La práctica de convertir los mecanismos oficiales de información en vehículos de propaganda y relaciones públicas, afecta la imagen que la sociedad puede forjarse del Gobierno como garante de su derecho a estar adecuadamente informado de cuanto ocurra en la esfera pública.

El intento de hacer de la información un mecanismo de promoción oficial es un primer paso a la manipulación. Y supone un camino directo al ocultamiento o manejo interesado de información valiosa, con los resultados predecibles en una sociedad donde por más que se esfuerce en hacerlo, el Gobierno nunca dispondrá de recursos para esconder por siempre lo que debió informarse a tiempo.

Es menos costoso, en términos políticos, admitir los fracasos y los errores en asuntos de interés general, que intentar ocultarlos, porque una información a tiempo, servida con honestidad, evita la especulación, las exageraciones, los debates inacabables y las censuras. La manipulación en el campo de la información crea muros difíciles de escalar en las relaciones entre los poderes públicos y la prensa.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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