El Gobierno ha claudicado ante las presiones internacionales para hacerse cargo de la situación haitiana. El reiterativo discurso presidencial en sentido contrario, no es más que una estratagema para ocultar una realidad imposible ya de ocultar.

De hecho, existen en comunidades fronterizas lo que pudieran llamarse campamentos de refugiados con otro nombre. Campamentos ideados para albergar a más de medio millón de haitianos en la eventualidad de que la crisis haitianas alcanzara, como parece ya obvio, dimensiones incontrolables, diseñados en el proyecto sobre trata y migrantes que el presidente Luis Abinader envió y luego retiro temporalmente del Congreso, pendiente todavía sobre el ambiente.

En el siglo XIX los dominicanos tuvieron con el invasor haitiano 16 años de sangrientas guerras, en cuatro campañas militares desde marzo de 1844 hasta enero de 1856, pero la amenaza seguía latente al punto de mover a un grupo de traidores a anexar la República a España, ante el temor que entonces todavía Haití representaba.

Hoy la ocupación ha sido planificada, con la pasiva complicidad oficial, a través de mecanismos más efectivos como la inmigración ilegal, la transferencia de áreas vitales y sobre todo a través del vientre de la mujer haitiana. Nuestros hospitales han sido virtualmente cedidos para los partos de hijos a los que luego se exigirán la nacionalidad dominicana.

Esa conspiración, no hay otra forma de llamarla, se completa con el rediseño de la historia dominicana, que ya se enseña a través de documentales, folletos, libros y charlas en las escuelas.

Todo encubierto en un manto de silencio oficial, mientras aumenta sin cesar el tráfico de inmigrantes y una oleada cada día mayor de refugiados desde el otro lado de la frontera. La cesión de nuestros hospitales permitirá al vientre haitiano lo que no pudieron sus ejércitos hace más de 200 años.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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