Un grupo de notables ciudadanos propuso a finales del 2013 adopción de una serie de acciones que hubieran conducido irremediablemente al aislamiento económico y diplomático del país. Afortunadamente el jefe del Estado de entonces no cayó en la trampa. Pidieron el sometimiento de Haití al Tribunal de La Haya, el rompimiento de nexos con la Comisión y la Corte Interamericana de Derechos Humanos, a la que se acusó de habernos tendido una encerrona para alcanzar lo que denominan Pacto de Fusión, es decir la integración como un solo estado a las dos naciones que compartimos la isla.
Proponía n también nuestra salida de la OEA, denunciar a la ONU como cómplice de esa conspiración contra la soberanía y la existencia de la República, y acusar a Estados Unidos y sus centros de poder de formar parte de esa trama. ¡El colmo del absurdo!

Las relaciones con otros países denunciantes de la sentencia del Tribunal Constitucional, que ha dado lugar a una serie injustificables de expresiones internacionales de rechazo, deberían quedar bajo escrutinio o correr la misma suerte, según se desprende de la extensa carta enviada entonces al presidente por los destacados ciudadanos.

Tal vez se piense que el aislamiento a que conducirían acciones como esas nos librarían de los efectos de la sentencia en el plano internacional. Pero la más elemental lógica sugiere en cambio que la situación se tornaría mucho más complicada. Envolver al gobierno en un plan de esa naturaleza sería fatal e impracticable ya que las consecuencias conducirían a la quiebra nacional, en cualquiera de los sentidos que se le analice. En el complejo mundo actual ni la más fuerte y grande de las autarquías, ya cosas del pasado, podría sobrevivir en esas condiciones y en el caso nuestro tal eventualidad nos haría retroceder a un estado primitivo.

La petición data de finales del 2013, pero aún hay gente importante pensando en eso.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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