Al observar el panorama preelectoral y el tono de la discusión en las redes, me pregunto, sin encontrar respuesta, si los aspirantes a la presidencia ignoran o saben lo que les espera si llegaran a conseguirla. Tendrían que lidiar con desafíos para los que no están probablemente preparados emocionalmente, incluso aquellos que ya ejercieron el cargo.

El presidente Luis Abinader y el expresidente Danilo Medina saben a lo que me refiero. Hasta la actual administración no existían normas de control para el manejo de los recursos públicos, por lo menos en la cantidad y con el rigor de los establecidos en el presente mandato. Los gobernantes anteriores jamás imaginaron lo que sería tratar con las redes. Ya no existen los contratos de grado a grado y quienes evaden la restricción se exponen a verse ante la Justicia. Esa es una realidad, a despecho de que la Justicia no funcione y los controles se pasen por alto.

La sociedad civil ha reducido el papel de los partidos, más enfrascados en las luchas grupales que en atender sus obligaciones de contribuir a hacer funcionar los poderes y lograr que el Congreso apruebe las leyes esenciales. Eso dificultará los arreglos de conveniencia.

Algunos de los pretendientes al puesto han dado señales tempranas de carecer de la suficiente tolerancia para vivir en paz con los desmanes verbales en las redes. No me parece, y con esto no intento un juicio de valor, que tengan la suficiente templanza para escuchar y leer a diario, mañana, tarde y noche, las exacerbadas acusaciones sobre conductas personales que no se prueban y mucho menos la de escuchar por los medios los epítetos más ofensivos.

Estaría por verse si algunos de ellos dejarían pasar, como ya hemos visto con Abinader y con Medina, su antecesor, la acusación de ladrón que a diario se formulan sin que nadie responda por ello. No vengan a decirme, pues, que el país no ha cambiado.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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