En mayo próximo, de acuerdo con el panorama actual, los dominicanos se verán ante el dilema de votar entre una nueva oferta electoral y dos modalidades de reelección: la pura y simple del presidente Luis Abinader, y la diferida del tres veces expresidente Leonel Fernández, y la otra y fresca opción del alcalde de Santiago, Abel Martínez.

La reelección no está prohibida. Lo que la Constitución no consiente es que un presidente en ejercicio pueda postularse para un tercer mandato consecutivo. Pero permite, sin embargo, la reelección entre cuatrienios, es decir entre un mandato y otro, no importa cuántas veces se haya ocupado el cargo.

Ese concepto indefinido y sin límites del ejercicio del poder, le permitió a Balaguer no solo ser ocho veces presidente, sino ser candidato presidencial hasta el último día de su vida, ya moribundo, postrado en cama y totalmente ciego con más de 90 años de edad.

Se ha venido escuchando que cuatro años no son suficientes para llevar a cabo una buena obra de gobierno. Esa fue la razón para justificar la reforma que impuso el modelo de dos mandatos consecutivos, y nada más, que la tradición en Estados Unidos ha convertido en ideal democrático.

La reforma del 2010 que lo revocó no estuvo inspirada en el deseo de mejorar el sistema presidencialista, sino la de prolongar la vigencia de un líder y la de aquellos que en el futuro se sientan predestinados.

El ejercicio del poder, como todo en la vida, debe estar sujeto a límites. El relevo político generacional es la única garantía de tránsito fluido hacia el porvenir.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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