Si hay algo que los países guardan con recelo es su bandera y todo lo demás que represente su esencia nacional. Los dominicanos nos vanagloriamos de nuestro patriotismo, pero de hecho despreciamos el símbolo que lo representa.

Por eso es común ver en el Palacio Nacional, en la sede del Congreso, en los palacios municipales e incluso en cuarteles militares y policiales, distintas tonalidades del azul ultramar en los cuadrantes superior izquierdo e inferior derecho, en banderas colocadas a veces unas del lado de otras, lo que constituye una afrenta a las luchas que desde el 1844 se han librado para hacer posible lo que hoy somos, es decir, República Dominicana.

Las cientos de veces que me he referido al tema, en los programas de televisión y de radio en los que participo, en mi columna diaria, y cuantas veces se me ha ofrecido la oportunidad de hacerlo, no he encontrado eco y en un caso reciente, alguien muy importante cerca de mí murmuró en tono lo suficientemente alto para que yo lo escuchara: “Este tipo tiene que estar chiflado. Con tantos problemas, preocupado por una jodía bandera”.

Confieso que esa reacción, por momentos, me venció. Me pregunté si en verdad me encontraba fuera de órbita, porque años atrás había intentado llamar la atención con cartas a los presidentes de ambas cámaras legislativas, pasmado al ver que a la entrada de ese inmueble, ondeaban banderas con azules distintos y algunas de ellas en muy mal estado, roídas por efecto del sol, la lluvia y el tiempo.

Y a fuerza de insistir en mi empeño por promover una justa valoración del mayor de los símbolos patrios, estoy a punto de aceptar que estoy “chiflado” por estar centrado “en una jodía bandera” con tantos problemas en el país. Total, si hay dos fechas nacionales y dos vírgenes protectoras, no faltará quien dirá, ¿por qué no tener dos azules distintos en la bandera? l

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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