Ahora bien, ¿cómo abordar esa delicada tarea de imponerse límites antes de que la acción provenga de poderes que restrinjan los espacios de libertad mediáticos? ¿Qué debe hacerse para establecer las débiles fronteras resultantes de ese esfuerzo sin que ello implique una restricción de la práctica del periodismo, sin desproteger, además, el marco del ejercicio de las demás libertades públicas?

El problema que la hace difícil radica en el éxito de las prácticas que hacen paradójicamente necesarias la responsabilidad de fijar esos límites.

Muchos creen que el buen ejercicio radica en desechar el buen uso de las palabras y que la razón se adquiere o expresa a través del ruido. Y como la altisonancia cala bien en muchas audiencias, con el tiempo esa modalidad del periodismo se ha convertido en un modelo exitoso, al que han contribuido las redes y que acabará por distorsionar el justo y correcto rol de una prensa responsable en los procesos electorales y, por ende, en la estabilidad social y el fortalecimiento de las instituciones democráticas, incluyendo la propia prensa.

Para terminar, permítaseme aclarar, que tanto como la irresponsabilidad de eludir la responsabilidad de fijar los límites de su propio ejercicio, existe otra gran amenaza para el futuro de la prensa y es la concentración de medios, que en los últimos años hemos visto crecer dentro de un proceso aparentemente carente de límites y que podría terminar en un peligroso monopolio de control de la información, tan peligroso en el gobierno como en manos privadas.

El monopolio de la información, provenga de donde proviniere, hará añicos el papel de los medios en los procesos electorales. El tránsito hacia febrero y mayo del año próximo plantea la necesidad de reflexionar profundamente sobre la ausencia de límites que amenazan a la prensa.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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