EEl 28 de marzo de 2011, mientras en Italia se luchaba por erradicar el cáncer de la corrupción que desgarraba al gobierno, encabezado por Sergio Berlusconi, en el Teatro de la Ópera de Roma se presentó un concierto bajo la dirección del maestro Riccardo Muti.

El programa incluyó “Va pensiero”, el conmovedor coro del tercer acto de la ópera Nabucco, de Verdi, también conocido como el “lamento de los esclavos hebreos”, y que desde su estreno en La Scala en marzo de 1842 se le ha considerado como una especie de segundo himno italiano. Tras el prolongado aplauso que siguió a la composición, el director de la orquesta se volvió al público, hizo un breve discurso de la penosa situación por la que atravesaba el país por el deterioro moral que sacudía al gobierno, y repitió la obra tras pedirle al público que acompañara al coro, lo cual este hizo, convirtiendo aquella velada en uno de los momentos más conmovedores de la historia moderna de la ópera.
Y así, entre lágrimas de los cantantes, los músicos y el público, todos al unísono cantaron:

“¡Vuela pensamiento con alas doradas¡ ¡Pósate en las praderas y en las cimas donde se exhala su suave fragancia, el aire dulce de la tierra natal! Saluda a las orillas del Jordán y a las destruidas torres de Sión. ¡Ay, mi patria, tan bella y abandonada! ¡Ay, recuerdo tan grato y fatal! Arpa de ira de los fatídicos vates ¿por qué cuelgas silenciosa del cauce? Revive en nuestros pechos el recuerdo, háblanos del tiempo que fue. Cante un aire de crudo lamento al destino de Jerusalén, o lo que te inspire el Señor en una melodía que nos infunda el valor en nuestro padecimiento”.
Nabucco fue desde su estreno un gran éxito musical y transformó la carrera de Verdi que había dejado de componer tras el fracaso de “Un día de reinado”. El texto de la parte coral encajaba con el ideal del movimiento de independencia italiana y sirvió para eludir la censura de la policía austríaca.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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