La XXV Feria Internacional del Libro, Santo Domingo 2023 trajo novedades para el usuario, desde el renovado montaje que agrupa por pabellones cada área de la lectura, editoras y hasta el diseño inducido para el peatón. Es una feria diferente podríamos decir a otras puestas en escena en la Plaza de la Cultura Juan Pablo Duarte que, gratamente, coincidió con la bienal de artes plásticas.

Detalles que llamaron la atención fueron, precisamente, la organización y la climatización de los pabellones. Hay que resaltar que somos un país con temperaturas muy altas, sobre todo para estas fechas, y donde en cualquier momento puede caer un aguacero, entonces ese tipo de detalles fue valorado a la hora de armar todo el engranaje del recinto ferial.

Otra cosa buena de esta versión fue que cada temática estuvo agrupada acorde a los protagonistas. El libro, por ejemplo, que es el centro de la feria, tuvo dos amplios galpones que albergaban los libreros y las editoriales, algo muy importante, porque el visitante que aprecia la lectura no tiene que moverse de esas áreas para adquirir lo que busca o toparse con libros de interés, tanto del patio como de libreros extranjeros que, de hecho, tuvieron acogida.

Aidita Selman, una experimentada artista del montaje y la actuación, fue la responsable de guiar todo esto para que el evento cultural fuese exitoso. Con ella conversé sobre esa nueva conceptualización, los detalles que primaron, el diseño de los pabellones, por cierto, muy llamativos, algunos con formas geométricas y me comentaba que fue fruto del trabajo en equipo, comenzando por el departamento de Infraestructura del Ministerio de Cultura, pero también del personal de seguridad y servicios generales, que son los que día a día estuvieron pendientes de la limpieza y el orden.

Eso es en cuanto a las infraestructuras, tanto de afuera como las que se prepararon dentro de los museos y de la Biblioteca Nacional, donde estuvo el pabellón dedicado a la escritora JeannetteMiller.

Sobre la asistencia y la comercialización de libros, hay que decir que fue muy exitosa. Considerada como una de las más concurridas y donde el libro fue el real protagonista. La venta de libros superó por mucho la de otros años.

El contenido de los pabellones muy interesantes también, destacándose los del Cómic, Imaginación, el de Israel, país invitado, que tuvo dos interesantes exposiciones fotográficas sobre el Holocausto y el pabellón dedicado a la destacada escritora Jeannette Miller, entre otras actividades literarias de gran valor e interés para los visitantes.

En esta versión, lo que muchos, quizá, se quedaron esperando fue una cartelera de actividades artísticas que complementaran el libro, aunque en el Teatro Nacional se presentó con gran éxito la obra El Principito y algunos documentales en la Cinemateca, incluida la película Un Pasaje de Ida, de Agliberto Meléndez.

Como cada año, el gran dolor de cabeza de estas ferias es la carencia de parqueos y la imposibilidad de ocupar espacios en las calles, pues en cualquier descuido, las grúas de la Digesett, fácilmente, les mueven el vehículo de un lugar a otro, creando gran confusión y ansiedad a los afectados, imagínese usted en una ciudad tan desordenada, calurosa y atestada de vehículos y de motores.

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