El dilema que tienen el PLD y la FP, en función a su realidad política actual, es si sobrevivir como organización política o si alguno prefiere ceder su espacio y alcanzar el poder en una estrategia de alianza que puede ser formal o mediante otros mecanismos más sutiles.
La realidad de esas organizaciones políticas es que, salvo que ocurra un fenómeno electoral empujado por factores imponderables que no se alcanzan a ver por ahora, cualquiera de las dos que alcance el poder en el 2024, sería la aniquilación de la otra.

Si el voto boschista se unifica a través de las siglas moradas y conquista el poder, la Fuerza del Pueblo, que lidera Leonel Fernández, tendrá acta de nacimiento pero es poco probable que llegue a la mayoría de edad o que cumpla el ciclo de nacer, crecer y luego morir, luce que solo pasaría dos de esas etapas, nacer y morir.

Si, por el contrario, el voto boschista se unifica en la FP y logra el poder, la muerte del PLD se precipitaría y si el proceso de debacle que vive estaba pautado para morir poco a poco, al estilo del Partido Reformista Social Cristiano, es probable que la muerte le llegue como al PRD, de golpe en menos de dos vueltas.

Los cabecillas de esos partidos tienen que definir qué prefieren, si sobrevivir como marca con perspectiva de poder o alcanzar el poder sin importar si lo hacen en versión verde o morada.

Pero, peso a peso, a quien le toca reflexionar mejor qué les conviene más, es a la dirigencia morada. Una evaluación objetiva coloca a la FP en crecimiento y al PLD en caída y, además, bajo ataque de la administración del PRM.

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