Desde décadas atrás, la política y el periodismo han perdido crédito -esto al margen de los cambios tecnológicos y la irrupción de las redes sociales- ; por supuesto, con contadas excepciones. Sin embargo, el balance al respecto deja mucho que desear: sistema de partidos en crisis cuasi irreversible, periodistas, comunicadores e influencer a renta paga -disfrazada de publicidad pública-privada- y un liderazgo político que se resiste al relevo orgánico-generacional que el país demanda.

Y en medio de esa barahúnda o tejemaneje innegable entre políticos, empresarios y delincuentes de toda laya que ya trasciende los poderes públicos, el país se cae a pedazos; o mejor dicho, que los visos de un narco-estado son visibles o comienzan a aflorar y están moldeando la justicia y todo el entramado social lo que podría ser antesala de una transmutación sociopolítica sin retorno y para peor, la otra parte de la isla -Haití- ha colapsado.

No obstante, esa aplastante realidad sociopolítica se quiere ocultar bajo el recurso de la desinformación mediática, a pesar de algunos medios y periodistas -sobresale Ricardo Nieves (entre unos pocos) que marcan la diferencia y se resisten al chantaje, fortuna fácil o la mordaza-autocensura-, a través de cortinas de humo, entretenimientos de redes sociales o de plataformas digitales (cuasi mercado público o pulpería-letrina, con contadas excepciones); o en último caso, de dos o tres leguas alegres que entre verdades a medias, rumores y trivialidades -ejemplo: a quién debe importarle la vida íntima o privada de nadie?- sueltan o sacan a la luz lo que los medios tradicionales no publican por falta de pruebas, fuentes fidedignas o sencillamente porque no es rentable y chocaría con cierta colindancia histórica entre periodismo, empresariado y poder.

Sin embargo, es una verdad de perogrullo: el país se nos está diluyendo en un mar o festival de empréstitos, narco-políticos, una torita y un detective que ahora copan el morbo o espectáculo público; mientras los temas de relevancia como gestión migración-frontera, seguridad ciudadana, inflación, corrupción pública-privada, desempleo y seguridad alimentaria, de sálvese quien pueda, anuncian, sin decirlo, que el país anda manga por hombro y que, quizás, llegáremos a 2028 a empujones si no es que en caos o bancarrota institucional.

Finalmente, resulta cuesta arriba o difícil de creer que, con toda esa barahúnda social, el país se esté debatiendo, inducidamente -!ay, Vengoechea!- entre una torita y un “anciano” (verdades-especulaciones) retratándose……(¡Quién lo creería!).

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