El ejército prusiano que derrotó al de Louis Napoleón llegó al terreno entrenado tanto en lo militar como en lo estratégico, anticipándose así en casi un siglo a la corporación RAND de los EE. UU., cuna de la teoría de juegos.

Los juegos de simulación – auxiliados ahora por la informática – permiten sintetizar el aprendizaje empírico: aprender a hacer, haciendo, sin mayores consecuencias materiales. Por ello, el Pentágono estadounidense asigna US$10 millones de su presupuesto anual al financiamiento de las simulaciones. La suma, que puede ser compartida con otras dependencias gubernamentales, impresiona por su modestia en el contexto del billonario presupuesto de defensa, equivalente al 40 % del gasto mundial en armamentos. Pensar sale barato.

El experto Matthew MacCaffrey propone la taxonomía relevante: “los modelos son representaciones a escala del mundo real… cuando se examina un modelo a lo largo del tiempo, se convierte en una simulación… cuando los bandos opuestos compiten entre sí en una simulación, es un juego de simulación… cuando un juego de simulación involucra a facciones armadas en conflicto, es un juego de guerra”.

Los centros de pensamiento como la RAND Corporation emplean una mezcla de diseñadores de juegos, operadores diplomático-militares, analistas, científicos sociales, programadores y soporte de tecnología de la información; sintetizando situaciones relevantes.

Las lecciones más valiosas resultan de ejecutar una simulación muchas veces variando escenarios, roles y reglas – encontrando su apoteosis en la economía experimental premiados este año por el Banco Central de Suecia con el Nobel de Economía.

Los buenos juegos son espacios rituales dentro de los cuales el juego se vuelve real para los participantes, aportándoles “experiencia sintética” que les permite recordar por décadas los roles que jugaron. Son, para ellos, experiencias vividas visceralmente que generan emociones y rinden lecciones similares a las de eventos reales.

La República Dominicana debe incorporar las simulaciones al aula y la toma de decisiones estatales. Las simulaciones de crisis o los modelos de la ONU y la UE se practicaron en el país con gran éxito durante tiempo.

Dicha experiencia nunca influenció la formulación de políticas públicas. Debieran convertirse en una herramienta para entrenar diplomáticos y funcionarios en el ejercicio práctico de sus funciones. Aprovechar el potencial del juego de simulación para fomentar la innovación y elevar la calidad de la formación académica de diplomáticos y funcionarios amerita seria consideración. Para ello, hay que incorporarlos explícitamente a la enseñanza, con un compromiso de varios años que permita explorar problemáticas, así como formular y probar nuevas ideas.

El resultado será una comunidad de expertos en capacidad de aprender haciendo y no solo memorizando para mejorar la toma de decisiones.

Posted in Opiniones

Más de opiniones

Más leídas de opiniones

Las Más leídas