No recuerdo desde cuándo vengo escuchando la frase de que “Los ojos son el espejo del alma”. Desde muy niña lo escuché y a través del tiempo he venido notando que es así. También, claro está, la mirada de las personas sinceras, honestas y transparentes suelen expresar más que la de aquellos que han empleado una gran parte de su vida a perfeccionar el arte de la simulación.
Decir o callar a través de la mirada es una constante, que sin embargo, pocos saben interpretar.

Nuestra alma pasa por diferentes estados y ante algunas situaciones decide callar. Unas veces porque no sentimos la confianza de exponerle a otros lo que llevamos dentro, pero nuestros ojos nos delatan. Con frecuencia pocos o ninguno se preocupará por saber lo que nos sucede y se dará por satisfecho al saludarnos, ante la respuesta de: “bien”, a la pregunta de rigor de ¿cómo estás?. Seguirá su camino.

Muchas veces nuestros pensamientos se agolpan en nuestros adentros, un malestar, una tristeza, la indignación ante una injusticia, una herida producida por alguien de quien solo esperábamos amor y comprensión. Nos negamos a hablar de lo que nos pasa, pero nuestra mirada lo hace por nosotros.

Asimismo pasa cuando estamos inmensamente felices, cuando sentimos que nuestra vida va siguiendo el curso esperado, cuando vemos resultados de un gran esfuerzo.

Quizás tampoco tengamos con quien compartirlos, pero nuestra mirada se lo grita al mundo.

El alma tiene esa herramienta de comunicación perfecta. Y aunque se trate de manipular, siempre dejará salir la verdad.

Cuando miramos a los ojos de alguien notamos no solo su estado de ánimo, podemos ver, incluso la calidad de su humanidad.

A través de la mirada nos dicen, unas veces nos hacen inmensamente felices con todo lo que nos expresan, pero otras nos dejan claro cuando ya no somos tan queridos, cuando nuestra presencia dejó de ser motivo de alegría.

Atraves de la mirada decimos te amo, te extraño, me alegra que estés aquí, pero también decimos lo contrario.

Cuando miramos a otros, muchas veces dejamos expuestos quiénes somos y le decimos a los otros lo que pueden esperar de nosotros.

Muchas veces dos personas se dicen todo sin una sola palabra, basta mirarse de frente, basta una profunda mirada que deje fluir todo lo que llevamos en nuestras almas.

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