La sola palabra espanta: Odio. Nadie quiere inspirarlo,
nadie quiere sentirse víctima de tan profundo sentimiento de rechazo o desprecio.

Unos trabajan y luchan con todo para no contaminarse con tan enfermo sentir.

Otros, quienes han aprendido de personas con mentes de horizontes amplios, situados por encima de las llamadas bajas pasiones, que el odio es un sentimiento propio de personas poco inteligentes o de malos instintos, tratan por todos los medios de ocultar sus resentimientos y juran que son incapaces de albergar
un sentimiento tan propio de “enanos mentales”.
De ningún modo se justifica el odio.

Esto así, porque siempre ha sido el odio la causa de las grandes confrontaciones mundiales.

También es considerado el elemento contaminante, ese que ha impedido las buenas relaciones entre las personas.

Ha sido el odio el motor que ha movido a una gran parte de la humanidad para infringir daño físico y emocional a la otra parte de la población mundial.

Pero como es tremendamente pasional, tiene la capacidad de alojarse en el alma de sus propias víctimas.

Todo eso es verdad. De la misma manera no se puede negar su fuerza, que contrario a la del amor es destructiva. Mientras el amor sana, nos eleva, nos hace buenos, solidarios, empáticos, felices, nos rejuvenece, nos embellece por dentro y por fuera, su adversario, el odio, enferma, nos disminuye, nos hace malvados, indiferentes, indolentes, amargados, envejece el alma, expone la peor versión de nosotros.

Ambos comparten la condición de sentimiento humano, ambos son tan fuertes como transformadores, ambos luchan por un fin, ambos buscan la satisfacción.

Para quien ama, la meta es la felicidad, a través de dar y recibir. Quien ama se convierte en un apoyo incondicional, alguien que siempre está cerca para ofrecer una palabra agradable, un abrazo. Es quien siempre te hará sentir amado, importante, hermoso, valioso y nunca dirá nada malo de ti, ni de frente, ni a tus espaldas.

Para quien odia, la meta es también ser feliz, pero sus caminos hacia esa meta están llenos de maldad, su mayor anhelo es ver sufrir a quienes odia. Su ley es la del “ojo por ojo”, y para imponerla todos los medios empleados estarán justificados.

Causa daño, genera soledad y desesperanza, olvida que esa es su siembra y a la hora de la cosecha no recogerá nada distinto a lo sembrado.

Posted in Mi Tiempo

Más de opiniones

Las Más leídas