Los diferentes departamentos de salud de los Estados Unidos, a raíz de la pandemia generada por el coronavirus, reforzaron sus equipos médicos especializados en salud mental, al mismo tiempo, ampliaron la cobertura, así como el rango de edades para ofrecer estos servicios.

En ese sentido, también fueron habilitadas líneas telefónicas especialmente para ofrecer orientación, consejos y apoyo emocional a todas las personas con necesidades afectivas o con síntomas de ansiedad y depresión.

Toda una campaña informativa fue desarrollada y transmitida a través de los diferentes medios de comunicación.

Los comisionados de salud de cada estado, bajo las directrices de sus respectivos departamentos de salud y las empresas aseguradoras ofrecieron todas las informaciones y mostraron los pasos a seguir para obtener esa ayuda de ser necesaria.

Todo esto demuestra la importancia que tiene la salud mental y cómo esta influye de manera positiva y negativa en la conducta de las personas y en sus actitudes para con ellos mismos y frente a los demás.
No es un secreto para nadie que el primer y mayor daño sufrido por la humanidad, durante los primeros tiempos de la pandemia, fue psicológico y emocional.

Cabe recordar que algunas personas llegaron a suicidarse tras ser diagnosticadas con el coronavirus, pues al principio se creía que un diagnóstico era similar a una sentencia de muerte.

Esto cambió. El tiempo y el arduo trabajo de los científicos, permitió un mayor conocimiento de lo que el mundo estaba enfrentando.

Sin embargo, la pérdida de amigos, familiares y conocidos víctimas del Covid continúa siendo un factor generador de profunda tristeza y depresión, que terminan en casos de depresión profunda.

Por eso es importante prestar atención a todo aquel que se encuentre cerca. Es necesario observar, prestar atención. Ser lo suficientemente atentos y cautos para poder escuchar el llanto que se pretende ahogar con una estridente carcajada y encontrar la lágrima que se esconde detrás de un hermosa sonrisa.
Es necesario agudizar los sentidos, en especial el del oído para así poder escuchar el llanto de un corazón que ha aprendido a disimular un sufrimiento de años.

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