Fechas señaladas como las de cumpleaños, navidad o ante un logro significativo son las que ameritan la expresión ¡felicidades! Y la palabra dicha así, en plural, no puede ser más cierta, porque se trata de muchas que se presentan de manera intermitente, ya que no se trata de una condición permanente en el tiempo.
En efecto, ese estado de satisfacción está compuesto de pequeños episodios que tal vez pasen desapercibidos y no se aprecian en su justa dimensión, pero que son un bálsamo en la rutina cotidiana con sus pesares y pasares: Despertarse temprano abruptamente para ir a trabajar para luego percatarse de que es día de fiesta y volverse a dormir es lo más parecido a la gloria. Encontrar en ese jean que hace tiempo no se usaba una papeleta olvidada (aunque fuese de RD$100.00) o descubrirla caminando casualmente en la calle, crea la ilusión de un tesoro con el que no se contaba. El abrazo espontáneo y desinteresado de un niño sin haberle regalado nada, es una bocanada de aire fresco en medio de las atribulaciones.
Que los exámenes médicos salgan perfectamente, aunque el cuerpo diga lo contrario, añade años de vida. El alivio de encontrar un baño justo en el momento en que se precisa, al igual que tener esa frazada para arroparse del frío o beberse el vaso del agua cuando la sed y el calor abruman disfrutándolo en medio de un aire acondicionado es el paraíso en ese instante. Pasar la asignatura que se creía perdida porque el examen final salvó la nota de manera inesperada convierte la incertidumbre en dicha. Descubrir que aún se tiene un saldo a favor en esa cuenta inactiva hace sentirse afortunado, lo mismo que recibir el pago de una deuda que se consideraba incobrable o que un encargado informe que lo que se creía adeudado fue un error del sistema.
Recibir un ascenso en el trabajo que confirma ser tomado en cuenta o mantenerse en el mismo lugar sin mayores responsabilidades, crea una sensación parecida a la tranquilidad de que cancelen un encuentro al que no apetecía asistir o descubrir que es gratis lo que se pensaba había que pagar. Otras formas que provocan alegría lo constituye que llegue una visita, pero también cuando se va; irse de viaje, aunque también regresar; que otra persona pague la cuenta salvando el presupuesto del mes, recibir una invitación o no hacerlo porque, de todos modos, no se quería ir; asimismo, lograr posar la cabeza en la almohada para dormir tranquilamente cuando se estaba exhausto. Todos esos son momentos que no tienen precio, porque para lo demás, está la tarjeta de crédito aquella.