He tenido que comenzar de nuevo más veces de las que puedo contar.

A veces por decisión, otras por necesidad. Algunas por coraje, otras por miedo disfrazado de impulso.

A los 25 cambié de carrera. Ya había invertido tiempo, energía y expectativas en otra cosa. Pero algo dentro de mí (esa voz que no grita, pero insiste) me dijo: por aquí no es. Y me atreví. Me sentí torpe, pequeña, desubicada. Pero no estaba comenzando de cero. Traía conmigo todo lo que ya había vivido, todo lo que ya sabía, aunque en ese momento no lo pudiera ver.

En 2001 fundé mi primera consultora. No tenía un manual. Tenía ganas. Tenía ideas. Tenía la intuición de que podía construir algo propio, aunque el camino fuera incierto.

Y en 2007, me lancé a hablar de coaching en República Dominicana, cuando todavía era una palabra extraña, casi sospechosa. Me miraban raro. Y yo también me preguntaba si estaba loca. Pero había una necesidad profunda de conectar desde otro lugar. Y lo hice.

En 2008 volví a ser madre. Trece años después del primer embarazo. Otra vez los pañales, las madrugadas, la fragilidad, el asombro. Pero ya no era la misma. Esta vez sabía cosas. Esta vez me habitaba con más calma, más claridad, más compasión.

En 2014 empaqué mi vida en maletas y me mudé a Estados Unidos. Empezar de nuevo en otro país no es solo aprender a manejar el frío o traducir tu currículum: es reconstruir tu identidad. Es volver a decir tu nombre con firmeza cuando todo alrededor te recuerda que eres “otra”.

Y en 2016, como si la reinvención no tuviera horario, volví a la universidad. Con años de experiencia encima y con la humildad de volver a tomar apuntes, preguntar, aprender.

Y aunque cada vez parecía un reinicio, nunca fue desde cero.

Porque nunca comienzas de cero.

Traes contigo tu red de contactos, aunque se haya transformado.

Traes tu audiencia, aunque no te aplauda.

Traes tu experiencia, aunque aún no tenga nombre o categoría.

Traes tu resiliencia. Tus duelos. Tu instinto. Tu brújula.

Cada “comienzo” ha sido un punto de expansión.

Una forma de recordarme que crecer duele, sí. Pero quedarse donde ya no cabes duele más.
Hoy sé que no estoy sola en esto. Somos muchas las que, a distintas edades, en distintos contextos, nos hemos dicho: “Tengo que volver a empezar”.

Pero no.

No estás empezando de cero. Estás comenzando desde la experiencia.

Desde la claridad que te dio haberte perdido.

Desde la certeza que solo nace cuando ya has dudado de todo. Desde el músculo emocional que solo se entrena cayendo y levantándose.

Así que, si estás a punto de dar un paso, si sientes que te espera una nueva vida… no te asustes por empezar de nuevo. Recuerda esto:

No estás volviendo al inicio. Estás volviendo a ti.

Posted in Opiniones

Más de opiniones

Más leídas de opiniones

Las Más leídas