Pese a la paciencia que ha mostrado el país en relación con la constante inmigración irregular de haitianos, las provocaciones y los insultos en contra de los dominicanos no cesan y la tensión crece entre ambos pueblos.

Los haitianos tienen las facilidades que la mayoría de los dominicanos no consiguen para el acceso a los hospitales, a los medicamentos, a los comercios. No pagan agua, electricidad y, mucho menos impuestos.
Las exigencias a los organismos regulatorios y al propio presidente Luis Abinader son inaceptables.

Mucho hace el mandatario con reclamar a las naciones poderosas y a los organismos internacionales que acudan en auxilio de esa empobrecida nación, pese a los ataques de políticos y funcionarios insensatos.

La participación del mandatario dominicano en la Cumbre de las Américas puso de manifiesto su interés en que la difícil situación haitiana tenga una salida, porque los dominicanos estamos tributando y produciendo sobrecargados para ellos, que entran y salen como Pedro por su casa, llevándoselo todo.

Estas provocaciones no deben detener las acciones oficiales de deportación de indocumentados y fortalecimiento de las medidas para restringir la entrada de los vecinos, porque se están empoderando en contra nuestra y en nuestro propio territorio.

Si esta situación no da un giro positivo en el mediano plazo, los dominicanos debemos estar preparados para defender el país y los intereses de las familias que, ya desde hace mucho tiempo, están siendo afectados por los vecinos.

La decisión del presidente Abinader de no firmar el documento elaborado al final de la Cumbre de las Américas fue acertada, porque siempre se busca la forma de comprometer al país con escarmusas y con el firme propósito de materializar la unificación. No a la provocación.

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