Los terribles efectos de la pandemia, la lucha anticorrupción que libran las autoridades judiciales y el temor a los daños que pueda causar la nueva variante conocida como Ómicron, mantiene a los dominicanos al borde de la desesperación, pero realmente debemos desarrollar y poner en marcha nuestra capacidad de espera.

Ningún mal es para siempre y los dominicanos siempre hemos sido valientes y capaces de soportar estoicamente los momentos más difíciles, saliendo a flote. Esta vez no será la excepción.

Las navidades han transcurrido sin mayores traumas, aunque el número de muertos, heridos e intoxicados es considerable, esperamos que en la segunda fase, cuando celebramos la llegada de un nuevo año, baje la cantidad de víctimas, porque la vida tiene que seguir más allá de estos tiempos.

La alegría que nos caracteriza y la espera por una celebración libre de controles, es el deseo de todos, pero debemos ver con certeza el valor de la vida, porque si la perdemos no ha valido la pena el sacrificio. Esperemos un poco más, para disfrutar sin miedo.

El 2022 es un año de grandes perspectivas y debemos ser parte importante del porvenir de la patria preservándonos, cuidándonos, para que las enfermedades, los problemas sociales y las desavenencias políticas nos tomen en buen ánimo, dar la cara con alegría, como es propio de todo buen dominicano.

Disfrutemos en familia, sin grandes aglomeraciones y respetemos los espacios previstos por las autoridades, así como las medidas sanitarias establecidas, para preservar nuestra salud y la de los otros ciudadanos.

Veamos con optimismo el futuro del país y de nuestras familias, respetando a los demás, para alcanzar mejor valoración, dando lo que sea posible dar, para que nuestros semejantes puedan también disfrutar.

¡La vida debe seguir!

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