“Los jóvenes de hoy son los hombres de mañana”. Desde muy niño escuchaba atento y le buscaba sentido a esta interesante expresión hasta convencerme definitivamente de que lo que se hace en el presente determina lo bueno y lo malo del futuro de la gente, de las cosas y de los pueblos. Cada vez le veo y doy mayor valor a esta gran frase.

Desde hace algún tiempo, el 31 de enero de cada año, los dominicanos celebramos el Día Nacional de la Juventud, creado mediante ley para estimular a las nuevas generaciones a formarse y forjarse en aras de una nación cada vez más justa, próspera y libre de todo yugo, presión o manipulación política, histórica o religiosa.

Sin embargo, en las últimas décadas este importante recurso de la vida y la sociedad ha tenido giros confusos e inentendibles a partir de la incidencia de los antivalores contenidos en las informaciones falsas, mensajes distorsionados, música y películas que apuesta a la división de la humanidad, tocando a los dominicanos una gran porción de este mangú envenenado.

La familia se desforma y destruye aceleradamente mientras los valores que antes ensanchaban su grandeza, se están marchando al compás de los torrentes malignos que nos sirven, de manera insistente, a través de las redes sociales, los medios masivos inconscientes y otras fuentes nocivas insertas en los avances y ventajas de las nuevas tecnologías.

Esta fecha, el Día Nacional de la Juventud, debe ser asumida para reflexionar con detenimiento sobre la necesidad de implementar nuevas políticas, programas educativos, de reinserción familiar y de valoración de la vida, para convencer a los jóvenes de hoy, sobre la necesidad de preservarnos como seres humanos, como entes sociales conglomerados bajo los esquemas de valores que antes resaltaban la grandeza de los pueblos y de la gente.

Es tiempo de rescatar los valores perdidos o abandonados para que la nación legada por los padres de la nacionalidad no pierda su esencia y este hermoso terruño regalado por Dios retome su vocación pueblo alegre, anfitrión, amoroso y comprensivo.

Es tiempo de reencontrarnos en este trayecto, cuando la sociedad universal se desangra en la ambición por el poder, el dinero y el oro, para que los jóvenes de hoy retomen el camino y vuelvan a ser realmente los hombres de mañana. No todo está perdido aún.

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