Cada año, en el marco de las fiestas de pascuas, los dominicanos celebramos con júbilo, religiosidad y alegría la Semana Santa, en recordación de la pasión y muerte de Cristo. A ahora nos toca luego de momentos difíciles a causa de la pandemia del Covid-19.

También se suma como sazón desagradable a esta tradicional celebración, los efectos negativos de la confrontación bélica entre Rusia y Ucrania con su secuela de escasez, altos precios de los combustibles y de los alimentos, como caldo de cultivo a la angustiosa situación.

Sin embargo, experiencias anteriores han enseñado que si las emociones negativas se ponen por delante en el disfrute del largo asueto, los accidentes, las intoxicaciones y las confrontaciones personales, dejan siempre saldos lamentables de luto y tragedia en la familia dominicana.

Es tiempo de que reflexionemos seriamente y evitemos incurrir en excesos que, al final de la jornada, suelen llevar dolor y amargura a la familia dominicana, cuya alegría, en ocasiones, rompe todos los parámetros.

Disfrutemos al máximo, pero pensemos en que los demás también tienen derecho a ese disfrute en armonía con Dios, con la familia y con el resto de la sociedad, razón por la cual, debemos respetar sus espacios, tradiciones y principios como seres humanos.

Visitar a la familia, disfrutar de la playa o el río, es algo común para los dominicanos en esta jornada festiva-religiosa, pero quienes deciden ir a la Iglesia y quedarse en sus casas, también tienen ese derecho. Conducir con prudencia, evitar la ingesta de alcohol, mientras se desplaza, es la mejor manera de regresar sanos y salvos al final de la jornada. Que esta Semana Mayor no aumente esta pesada carga.

Es mucho lo que nos queda por vivir, producir y mejorar los valores de la sociedad dominicana. La prudencia es la mejor carretera para lograr ese objetivo y llegar sin traumas a la meta. Disfrutemos, pero cuidémonos y protejamos a los demás. ¡Feliz Semana Santa!

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