Desde la desaparición física de François Duvalier, cabeza de la familia que gobernó con manos fuertes a Haití por varios años, los dominicanos hemos tenido que cargar con gran parte de los problemas de ese empobrecido país, sus miserias y los niveles de injusticia a que son sometidos los más pobres.
En esta ocasión, la nación con la cual compartimos la isla, afronta uno de los peores momentos de su historia y es tiempo de que el mundo reconozca que debe actuar con urgencia para evitar que este país se siga desangrando hasta convertirse por completo, en tierra de nadie.

Los dominicanos somos muy dados a montar protestas por cualquier quítame esta paja, marchas a favor de Cuba, Nicaragua, Venezuela y otras naciones del continente, hasta de Europa y Asia. Sin embargo, nada hacemos por reclamar al mundo como sociedad organizada, que intervengan a favor de Haití, no solo con dádivas, sino con soluciones a su sistema político, prácticamente destruido.

Los países poderosos, aquellos que nos han juzgado y condenado sin análisis objetivo de las razones de las denuncias en contra nuestra, esas que nos cargan la culpa de todo lo que allí pasa, deben ahora crear conciencia y venir a la isla para ayudar a Haití a salir de la miseria económica, política y social que ahora la sume en el abismo.

Ahora se necesita la intervención de Canadá, Francia, Estados Unidos y otros pueblos que por años han forzado a los dominicanos a tirarse por completo la carga de los vecinos, incluso usando este territorio para urdir sus planes macabros.

Ahora debemos acudir como nación a los escenarios nacionales e internacionales para reclamar de organizaciones como la OEA, la ONU y otras de carácter humanitario, que se muden a Haití por un tiempo y solucionen su grave problema.

Todos, sin distingo de género, de raza, económico o de credo, debemos arrancar con marchas locales y reclamos internacionales, para que el rescate de Haití sea una realidad. Arranquemos.

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