Leyendo las noticias sobre la caída del puente en Génova me hice la siguiente pregunta: ¿Cuántas veces viendo cómo nuestros puentes caen, no ponemos el freno debido? ¿Tan grande es la misericordia de Dios que aunque sea de forma dolorosa nos hace parar abruptamente para darnos una nueva oportunidad? Así sucedió con el conductor de un camión de carga que quedó al borde del precipicio impactando a todos, Obviamente no era su hora de morir pero sí de hacer un alto para retomar su propósito con mayor sentido. En ocasiones es tan grande nuestro ego, ese criterio “a mi manera”, que ni el freno divino nos detiene, y mientas caemos al vacío, gritamos por esa ayuda que tanto despreciamos. Ante lo inesperado pregunto… ¿has restaurado tu puente con Dios?

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