Cuando has dejado de creer en ti mismo o no crees merecer que alguien pueda creer en ti, el amor sorprendentemente llega a tu puerta y viene como ese amigo que nunca hubieras pensado que podría ser tu amigo, con palabras sencillas, hasta usadas, pero con hechos alentadores, concretos e incondicionales, sin importarle que quienes te dejaron le dejen también por haberse unido a ti, respetando más su conciencia y principios que las ajenas y sus estereotipados pareceres. No siempre el amor viene vestido de seda, en una alfombra mágica o con chocolates, pero es fiel como el rayo mañanero que le arranca las sábanas a tus pesadillas para decirte dulcemente “que cuando todo en tu vida parece caerse en pedazos es justo cuando por fin caerá en su lugar”.

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