Las palabras son tan poderosas para sanar como para herir, pero también el silencio. Una crisis es como un quiste que se convirtió en tumor por encubrirlo con un mínimo de sentido común y un exceso de silencio. El mal de una situación no puede medirse por el tamaño de su manifestación sino por su potencial, por ejemplo, la inofensiva serpiente de Génesis ignorada hasta convertirse en el avasallador dragón de Apocalipsis. La fuente de un cortante monosílabo puede ser una gran ofensa, pero curable eficaz y definitivamente con humilde arrepentimiento. La sinceridad de las palabras dichas a tiempo impactan más que discursos grandilocuentes. Una sencilla disculpa es un pequeño gesto de alguien con una gran actitud, esa que cierra a tiempo las grietas que drenan y secan un corazón.

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