La fe es quien nos lleva a agotar todas nuestras energías iluminando a un corazón que nunca ha tenido intención de abandonar la oscuridad. Esa misma fe nos mantiene de pie mientras nos derrumbamos por partes sin saber qué será lo próximo ni cuánto tiempo de resistencia nos queda. La fe es la que continuamente espanta nuestras dudas mientras intentamos salir del bosque de la adversidad. Es la que te dice con punzadas al corazón que no hay tiempo para quedarse donde Dios no te quiere, y el amor no es quien manda. Esa fe en sus promesas es el antídoto para dejar el placer momentáneo por el bienestar futuro. La fe divide de golpe y porrazo a los sensatos de los inteligentes y a los ambivalentes de los obedientes.

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