Distancia extravagante es la que sufrimos mientras caminamos entre el tiempo de nuestro mayor esfuerzo y el declarado por Dios como “oportuno” para que su hora encabece el calendario. Entre uno y otro nuestras fortalezas pueden agrietarse y nuestras energías colapsar irremediablemente. Puede ser un lapso de cruel espera y agónica ansiedad, que no nos permita asimilar la bendita verdad de que ir en pos de nuestras planificaciones sabotea el momento justo de la maduración del fruto; así Dios, en el secreto de su paciencia, afina la nuestra, mientras acaba su obra, hasta sacarla a la luz. No dudes más corazón aturdido, ¡aquel que comenzó la buena obra la terminará y te asombrará! Fe, no vale forzar lo que tampoco podrás pagar, ¡este vino va por la casa!

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