Bien sabemos que se compra lo que tiene precio, más lo que tiene valor se conquista; el amor, la dignidad, el respeto, la confianza, la autoridad…

Son invaluables por completo y no pueden comprarse, deben ganarse. Por ello entiendo lo inmaculado del amor de Dios es gloriosamente extravagante, completamente invaluable; su amor me conquistó. Él me conoce por nombre, me entiende, acepta, acompaña, bendice; su amor me define, me refina y me desafía cada día a ser mejor. No puedo hacer que me ame más ni ya puedo amarle menos, nada que haga tampoco hará que Él pueda amarme menos, solo queda reflejar esta alegría inmensa a la que no puede ponérsele precio, pero que vale cada sacrificio mío, intentando no echar a perder el suyo en la cruz, salvándome.

Posted in Rosas para el alma

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