Dicen que un alma vale más que 10 mil mundos, mientras la Biblia enseña que Dios puso eternidad en los corazones. Quien es el eterno, sacó de sí mismo enlazándonos a su propio corazón con eternidad. Por eso existen las lágrimas, que hablan de sentimientos y dolores que desbordan tiempo y espacio, los abrazos que nos esconden donde solo el amor puede encontrarnos; las miradas donde se eclipsan dos mundos y las palabras que susurran futuro a años luz del pasado. Desde la eternidad hasta la eternidad “tú eres Dios”, dijo el Rey David. Por tanto el tiempo solo revela lo que Dios determinó en la eternidad y el amor conecta únicamente lo que inició allí. Por ello lo pasajero se queda en cualquier esquina pero el amor sigue girando.