En su momento, el profeta Elías fue comisionado por Dios para detener la lluvia en el pueblo de Israel. A su debido tiempo también le fue ordenado abrir los cielos, por medio de la oración, para devolver cada gota alojada en las bóvedas celestes. Que momentáneamente o en alguna etapa de tu vida hayas sido privado de la abundancia que Dios ha deparado para ti, no es indicador del estatus que el proveedor, tu pastor y sustentador, te tiene. Lo expresa mejor el dicho, “aunque no soy el dueño del mundo, soy el hijo del dueño. Las reservas de los cielos y la herencia del padre, te pertenecen. Tú no dependes de lo que algunos piensen que mereces, por su gracia te ha otorgado “su todo”.