Algo que no debemos dar sin que lo pidan es un consejo, los oídos perezosos son señal de corazones cerrados, odres viejos, que esquivan lecciones nuevas, indigestados por el licor de la adulación. Prefieren el reconocimiento a conocer al que da la revelación, buscan agradar a todos para oír lo que quieren oír.

Piden luz pero evaden la sombra del Omnipotente con la sombrilla de la religión; necesitan ser escuchaos pero no son capaces de oír los gritos de su propio corazón ni entender las señales de su cuerpo. Por ello, se sentirán atacados ante cualquier consejo y mal interpretados ante la confrontación más dulce. ¿La solución?

Oremos y seamos pacientes, un proverbio judío dice que “Dios nos juzgará como a hijos si tratamos a nuestro prójimo como a hermanos”.

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