La experiencia es una gran escuela, pero la matrícula es carísima, sin embargo, admite gratuitamente a todos, pero gradúa solo a quienes pagan ¡y a qué precio! En la facultad del dolor, por ejemplo, aprendemos lecciones fuertes, que de reprobar nos costarían las relaciones más importantes o los mejores proyectos. En ella aprendí que nunca sabrás quienes estarán para siempre si no te visitaron en la frontera de un “hasta aquí”; también supe que, el rechazo no me define, ningún ser humano, ningúna condición, solo Dios tiene esa potestad. Y también aprendí que, hasta que el dolor de seguir siendo igual no supere al dolor de cambiar, nada pasará. Es el rudo maestro que nos entrena para entender que quien se domina ante el dolor, gobernará sobre todos sus deseos.

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