La irrupción de las redes sociales hace unos años cambió la forma de gerenciar las comunicaciones en entidades estatales y corporaciones privadas, sean éstas grandes o medianas, siempre que tengan algo que decir. Y siempre hay cosas que decir o comunicar.
El nuevo paradigma de las comunicaciones tiene que tomar en cuenta, de manera esencial, a las redes si se quiere estar a tono con la realidad cotidiana.
No es que uno quiera, sino que se impone, incluso por encima de nuestras convicciones que posiblemente pudieran apuntar hacia la creencia de que las redes sociales son un ecosistema contaminado.
Lo anterior viene al canto luego de destaparse la supuesta utilización de cuentas falsas, fundamentalmente de la red Twitter, para posicionar acciones del Gobierno.
El alegado ardid lo llevaría a cabo la Dirección de Estrategia y Contratación de la Presidencia de la República, con el deliberado propósito de fijar corrientes de opinión favorables a sus políticas públicas.
Una denuncia que el destinatario ha rechazado, y que, por encima de todo está matizada por evidentes tintes políticos que, para colmo, parte de un sector que en el pasado reciente se valió de ese y otros recursos engañosos para fijar mentiras y usar subterfugios y entregarlos al pueblo envueltos en papel brillante de la verdad.
Es decir, tramposos recientes se escandalizan porque supuestamente otros apelan a su mismo recurso.
Ahora bien, este tipo de recurso no es exclusivo de la República Dominicana, sino que se alega forma parte del debate de la cuestión pública, de manera muy especial durante las campañas políticas.
En su momento el expresidente de los Estados Unidos, Donald Trump, fue acusado de utilizar las redes para plantar mentiras y generar reacciones unas veces a favor de sus intereses y otras para lapidar a sus contrarios.
A Trump se le acusó de inflar sus cuentas de redes mediante la compra de seguidores, y lo peor fue el demostrado uso de la red social Facebook—una verdadera arma de destrucción masiva de reputaciones y buena fama—para llegar de manera fraudulenta a los electores durante la campaña electoral que le llevó a la Casa Blanca.
La red cerrada wasapp ha limitado a cinco contactos la cantidad que un material puede ser difundido a la vez, luego de que durante las pasadas elecciones brasileñas el candidato Jair Bolsonaro, actual presidente, la usara de forma abusiva y distorsionadora del fin comunitario, propagando contenido engañoso y versiones falsas sobre sus adversarios.
Y llegó más lejos aún, pues un contenido difundido muchas veces ya solo puede reenviarse a un solo contacto nuevo, lo que dificulta la masificación por esa vía. Es bastante complejo.