La Junta Central Electoral (JCE) suele saltarse los límites de su propio marco de acción respecto del alcance de la facultad de regulación de la vida de los partidos políticos, esencia misma de la existencia del órgano comicial.
Esa desviación del marco institucional le ha granjeado en el pasado muy reciente serias desavenencias en sus relaciones con las formaciones políticas, llegando al punto de la confrontación cuando se le ha llamado a someterse “a su propia legalidad”.

Nos referiremos a un reciente aciago del cual pocos dominicanos quisieran recordar, a no ser como una de esas pesadillas que se instalan toda la noche y nos despiertan al día siguiente con la idea de haber peleado con fieras durante el sueño completo.

Pero esa es otra historia. El asunto ahora es llamar tempranamente la atención de la actual JCE, en el sentido de evitarse pleitos innecesarios con las organizaciones políticas, queriendo aplicar una rigidez normativa que no le compete.

La reciente advertencia de la Junta a los partidos para que se abstengan de realizar actividades propias de una campaña electoral es oportuna, pero carece de virtualidad, en razón de que no se ve en los momentos actuales a ningún grupo político realizando tareas que se puedan asimilar con una campaña.

En tal sentido, si los partidos, movimientos y agrupaciones políticas como entes dinámicos que deben mantenerse en constante acción, ¿dónde se cruzan esas actividades con el marco legal y normativo de la JCE? Pues, en ninguna esquina.

Tal y como han protestado algunos de los advertidos, se supone que las formaciones políticas tienen que aprovechar “la zafra muerta” para ponerse en condiciones de presentarse en los siguiente eventos electorales.

Eso supone la realización de actividades cerradas de afiliación de seguidores, estructuración de cuadros directivos, eventos de formación política, etc., de manera que en el momento oportuno estén en condiciones de planificar su participación electoral.

¿O cree la Junta que de aquí a la convocatoria de primarias, que deben celebrarse en octubre de 2023, los partidos y demás agrupaciones políticas deben permanecer inertes sin llevar a cabo ninguna actividad que les mantenga la vitalidad orgánica?

Ahora bien, otra cosa es que aparezcan por ahí pretendidos precandidatos promoviendo aspiraciones extemporáneas tan distantes de las próximas elecciones, pues esto sí chocaría de frente con las regulaciones más elementales y con la prudencia.

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