Entre los días seis y nueve de agosto de 1945, en el capítulo final de la Segunda Guerra Mundial, las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki fueron atacadas con las únicas bombas nucleares utilizadas en la historia de la humanidad, lo que constituye el más atroz genocidio registrado hasta la fecha.

Los cálculos que se mantienen desde entonces, cifran en más de doscientos mil los muertos al momento de los ataques, más de cien mil heridos y una cantidad incontable de afectados por las prolongadas secuelas de las terroríficas armas.

Como se sabe, el objetivo estadounidense era obligar a la rendición de Japón, último de los eventos desencadenados a finales de abril de 1945 con la muerte de Benito Mussolini, la rendición de Italia, y el más trascendental: la capitulación alemana el 7 de mayo tras el suicidio de Adolf Hitler. Luego de la guerra, Japón emergería como una de las potencias industriales del planeta, desarrollando una impresionante capacidad de producción de líneas, entre ellas uno de los más elevados sitiales en la fabricación de motocicletas.

Y es aquí donde entramos nosotros como factor importante en esa ecuación, pues toca la casualidad de que estamos entre los países receptores de grandes cantidades de esos artefactos ideados para el desempeño cotidiano en condiciones ventajosas por su bajo consumo de combustible y su versatilidad.

Sin embargo, si analizamos las estadísticas que se levantan en la celebración de la Semana Santa cada año—que son las más sistematizadas—tenemos el dramático reflejo de lo que se pudiera considerar como una venganza de Japón.

Pero sucede que no fue nuestra Fuerza Aérea que arrojó las dos mortíferas armas atómicas, sino la de los Estados Unidos, territorio donde no ingresa ese enjambre de motores que vemos en cada esquina de nuestras ciudades.

Según las estadísticas del Centro de Operaciones de Emergencias, divulgadas tras el asueto pascual de este año 2023, del número de fallecidos por accidentes de tránsito, que de acuerdo con esas cifras fueron 26, se extrae el dato de que 18 fueron por motocicletas, que representa casi el 70 por ciento del total. Es la media recurrente en feriados largos.

Durante las jornadas normales esas estadísticas no se llevan tan rigurosamente, pero está claro que los accidentes que involucran cada semana una cantidad importante de los más de tres millones de motocicletas que circulan por todo el territorio nacional, representan un significativo impacto en términos de salud ocupacional.

Esto se debe a que muchos de los accidentados quedan discapacitados y dejan de laborar—temporal o permanentemente—, y se convierten en una carga para sus familiares y para el Estado. ¿Caramba, Japón?

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