El ADN que sacude concepciones

El ácido que contiene las células de los seres vivos, de extenso y complejo nombre y que se ha comprimido en sus iniciales, ADN, es en sí un largo polímero, una macromolécula, representada por dos cadenas que se enroscan en forma de escalera…

El ácido que contiene las células de los seres vivos, de extenso y complejo nombre y que se ha comprimido en sus iniciales, ADN, es en sí un largo polímero, una macromolécula, representada por dos cadenas que se enroscan en forma de escalera de caracol, que los entendidos llaman “doble hélice”.

Son un verdadero almacén de información necesaria, a manera de mensajes, para construir y sostener el organismo en que vive y que se trasmite como herencia, de generación en generación. Ese “archivo” que contiene toda esa información genética se llama genoma.

A lo largo del tiempo, el ADN almacena cambios heredados que contienen información histórica, de tal forma que, comparando secuencias, los científicos e investigadores pueden determinar la historia evolutiva de los seres vivos y en especial de los humanos. Esa información se transporta a través de los segmentos conocidos como genes, entes responsables de dar forma y establecer las características a los complejos celulares de un ser vivo. Pelo negro, ojos azules, tamaño, la “barriguita” y “todo” lo demás.

Ha evolucionado tanto el asunto que ya en varios países existen empresas que, a partir de la saliva de una persona, por unos US$150, trazan un perfil genético que, al compararlo con estándares mundiales, se determina qué composición de razas contiene esa información única y personal, de su ADN. Sorpresas para muchos, que, conociendo unas pocas generaciones de su familia, se creen puros y lineales descendientes de los dioses del Olimpo.

En el caso dominicano, como establece Juan Antonio Alix en unas de sus décimas: “Todo aquel que es blanco fino; Jamás se fija en blancura; Y el que no es de sangre pura; Por ser blanco pierde el tino; Si hay baile en algún CASINO; Alguno siempre se queja; Pues a la blanca aconseja; Que no baile con negrillo; Teniendo, aunque es amarillo; “El negro tras de la oreja”. Algunos quieren ocultar su carga genética africana, salpicada por las mil razas que coinciden en nuestra dominicanidad, carga que depositaron a lo largo del tiempo, los miles de aventureros que vinieron a recalar a nuestros espacios y que decidieron quedarse o no pudieron salir, por mil razones.

El mito de que los “indios” criollos desaparecieron, se desmiente con estudios de esta clase, donde aparecen señales de que se mezclaron en gran medida, con los extranjeros, dado que la mayoría eran hombres solos y “arrechos”. 56.3% de Europa del sur, ibérico 38.8 % y del noroeste de Europa un 12.3, % con mezclas de distintas regiones de un 19%, franco-alemán un 2.6% e inglés-irlandés 2.5%; 12.8 de África del Oeste, 0.4 del centro y 1.1 subsahariano, que totaliza un 14.3%; un 3% de nativo americano, probablemente taíno, ciguayo o caribe; de oriente medio 1.2% y sin asignar 1.3%. Una pizca de judío askenazi, otra del este de Europa y unas otras diversas, sumadas a las descritas, constituyen mi propio mapa genético. l

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